Rayas no es su verdadero nombre, pero claro, es que su verdadero nombre es complicado de pronunciar a no ser que cuentes con fauces, colmillos y ese tipo de cosas que usan los tygeridos para pronunciar. Porque lo primero que hay que decir de este personaje de La caja de Bernit es que…
Los tygeridos son lo que se conoce como cambiaformas. Son capaces de transformar sus cuerpos, de ser tigres gigantes a convertirse en algo a medio camino entre un tigre y un ser humano. En opinión de Rayas, algo mucho más elegante que en lo que se convierten sus primos lejanos, y rivales, los lyonidos.
Rayas es un caso raro dentro de su tribu. Un día decidió abandonar el hogar familiar, en el Bosque de los Aullidos y marcharse a correr aventuras por el continente de Wolyan. Pronto descubrió que su raza era igualmente temida y admirada. El problema era que su grupo de admiradores estaba formado por cazadores, contrabandistas y cualquiera que quisiera arrancarle un buen pedazo de su valioso pellejo. Y, sí, el resto de Wolyan simplemente les temía. Había demasiadas leyendas sobre tygeridos que roaban niños o ganado para que nadie quisiera arriesgarse a compartir con ellos habitación en una posada, así que estuvo merodeando por los caminos hasta que conoció a los hermanos Fundadededo y se unió a su troupe de artistas ambulantes.
Rayas es un tygerido entre humanos
Caminar entre seres humanos no es sencillo para un tygerido. Rayas se vio condenado a esconder su rostro bajo una capucha y a cubrir sus garras con guantes de piel. Antes de salir a escena, se escondía para quitarse todo embozo y aparecer convertido en la criatura que más ovaciones conseguía. Por suerte, era habitual que los espectáculos de ese tipo contaran con personas que se infiltraban entre el público o se escondían para accionar los mecanismos de algunos trucos, así que a nadie le extrañaba que uno de los miembros de la troupe desapareciera de la vista durante la función.
Y así fue cómo los hermanos Fundadededo añadieron, a los números de magia y fuerza, otros en los que participaba un enorme tigre amaestrado. A juicio de Rayas, un papel aburrido y muy por debajo de sus aptitudes interpretativas y acrobáticas, pero necesario para llenar la bolsa de monedas. Tampoco era desdeñable su compañía a la hora de viajar entre pueblos y ciudades, ya que no siempre era posible hacerlo por la Calzada Principal. La expresión de terror que mostraban los bandidos cuando el tygerido enseñaba su verdadera naturaleza les había alegrado muchas cenas alrededor de la hoguera. Porque ese era el mejor momento del día, cuando Verderón y Rayas compartían sus sueños y aventuras mientras Verdín se dedicaba a estudiar algún tratado de magia a la luz de la lumbre.
Fiel a sus ideales de libertad, hambriento de aventuras, desconfía de cualquiera que no sean sus amigos Verdín y Verderón Fundadededo. Puede que piense que Verdín sea un sinvergüenza y Verderón un atolondrado, pero uno no elige a los miembros de su manada, los defiende.
Si quieres conocer qué desafíos le deparará el futuro, no te pierdas las aventuras de este saltimbanqui en La caja de Bernit.
Ilustraciones de Vanesa Portocarrero.